Més rondes i més versos. La paraula neix alternativament
de les veus d'Scotta i Ask
Arribem al final de la vetllada.
Per nosaltres també ha estat un plaer, amic
Ask
¡Humano, nunca nazcas!
V. Aleixandre
Es fácil olvidar que quise tanto
con tanta cicatriz como maestro,
yo tengo el corazón muy a la mano
y enfermo de medir ya metro y medio.
Ese cabrón cultiva el desengaño,
pero es fiel como una uña o un pelo,
siempre que yo lo he desgajado,
después, ha vuelto a crecer de nuevo.
Por eso, antes de ayer, sin más reparo
que estar de tanto amor hasta los huevos,
tomé un cuchillo grande y afilado
y de un tajo fugaz pero certero,
corté, como se corta, por lo sano
y eché mi corazón, vivo, los perros.
Si piensa, tendrá angustia.
Si duda, tendrá locura.
Si siente, tendrá soledad.
Eduardo Galeano
En mi cuerpo siembro alambradas
de espino, para defenderme
de los gusanos que me atacan.
Desde el pubis hasta el pecho
sólo me crecen asfódelos
y de vez en cuando haramagos
que me alegran mis decrépitas
primaveras de plástico,
pero nada de armamentos,
ni pistolas, ni cuchillos,
ni un simple misil peniforme
que asuste a mis enemigos,
cada vez más de uniformes
vestidos y agradecidos.
En mi cuerpo apago candelas
y enciendo otras,
aro la tierra y esparzo escombros,
vomito inviernos,
engullo veranos,
doy cualquier cosa por ser de piedra
porque no me aclaro,
yo vivo en el miedo
y no sé si mi cuerpo es mi tumba
o mi tumba mi cuerpo.
También en primavera mueren los cisnes
Charles Bukowski
Yo, Vladimir Maiakovski,
yo, Rimbaud
y nada más.
Yo, mejor muerto,
y Emily Dickinson
viendo mi entierro pasar.
[Scotta. De Yo, Rimbaud.]
POR AQUELLOS AÑOS
Por aquellos años llevaba el cabello largo enmarañado
Con sueños que luego apenas se cumplieron.
Era un iluso como cientos de ilusos que cruzan la calle
a ciegas, un héroe presumido y cobarde.
Pensaba entonces en la poesía más que en el sexo,
Y tenía la seguridad de comprender mejor
Un poema de Rimbaud que la teoría lingüística de Chomsky;
Los días pasaban sin darme cuenta desde mi ventana
Ensimismado en la lectura de Crimen y Castigo,
O literalmente enganchado a los versos de Luis Aragón.
Me pesaba más el cuerpo que la culpa,
Y eran tantas la tristezas que forzaba al día
Como veces visitaba al retrete.
Presentía al verso antes de ser verso,
Y el poema no tenía entonces ni la más mínima importancia.
Mis amigos me miraban de reojo,
Sentenciando una vida sin vida, sin línea marcada,
Sin río ni mar donde morir,
Mientras brindaban los duros trabajos como victorias falsas
y besaban a sus respectivas novias a fuerza de tornillo.
Mis padres caían en la cuenta de amarse
A veces cuando era demasiado tarde
Y mis hermanos llevaban vidas dispares,
Mas todos dormíamos como felices bajo el mismo techo.
Por aquellos años uno no presiente el engaño como parte del día,
Y ante la adversidad no había más escapatoria que una sonrisa
Aunque uno no supiera realmente si era fingida.
[Ask]
Tan solo quieren minarnos las entrañas
con excrementos, lapidarnos los ojos
frente al televisor, conducirnos con infrarrojos
al desperdicio, fusilarnos de metralla
por el páncreas…
Una sola voz sin tu debida cuenta
permanece inmensa a pesar de todo.
En sus paredes la memoria retumba
a golpes de timbal de guerra,
a sed de rabia seca.
Allá permanecen los héroes,
encerrados en vitrinas de museos
con camisas de fuerza
donde las sombras descansan
sobre lechos de libros empolvados.
Tan solo buscan amordazarnos el corazón
a base de hipotecas, encadenarnos con púas
a un bostezar infinito, y morir, morir
sin la dicha de haber vivido.
Soy una sola voz que no tiene nombre,
ni fuerza, ni alma alguna,
para levantar esta condena.
Allá siguen los héroes
con la desdicha entre sus huesos
de no poder clamar victoria
en este presente incierto
porque el presente no es cosa de uno,
sino cosa de cientos.
Por calles que eran días
no buscaba el sol, ni el incendiario cosmos,
ni siquiera una esquina para prostituir al tiempo.
Tampoco era necesario el verso ni engrandecer la existencia,
o caer acaso en la fatiga del pensamiento.
Era simplemente cruzar sin mirar apenas,
desafiante en todo momento,
aunque sin el deseo de una posible desgracia.
La ciudad era inmensa,
con estaciones que pasan,
con veranos sedientos en postales de sirenas,
con la boca del metro,
con una vía láctea de neón
bajo el suelo,
bajo el asfalto…
El amanecer entonces no importaba nada como tampoco importa ahora.
Alguien me llamaba de vez en cuando
para llamar también de vez en cuando a alguien
descubriendo quizás la humillación propia de uno mismo.
Por calles que eran días no había nada,
la ciudad reptaba
con sus ruidos de ascensor viejo,
de vientres desalojados,
pensando quizás
en caminos nuevos donde asediar a una nueva sonrisa.
Por calles que eran días yo no era un presente
sino un secuestro sin esperanza de rescate,
pero eso sí, desafiante en todo momento,
con pistolas entre las cejas, por si las moscas.
[Ask, de Memorias de Acanto]